lunes, octubre 30, 2006

El deseo de marchar algún día.

El salón de mi casa lleva meses sin encontrarse bien,
se desangra de pintura y muebles que no comprenden su sitio.
Se queja y lo escucho desde la habitación de al lado.
Aquí vivo yo, quizás formando parte de esta silla
como mi cama de ti, o eso me gustaría pensar.
Yo intento disfrutar de la compañía que me dan las palabras,
y algunas me cuentan que estás cerca. Otras se esconden.
Pero este ruido no me deja comprender todo lo que me dicen.
Quizás deberías gritar mucho más, o simplemente llamar.
Entonces busco algo entre tanto escombro que dejaron los años,
toda una vida subiendo y bajando estos ocho pisos,
todos los saludos a vecinos y mensajeros de paso,
y el deseo de marchar algún día.
Luego comprendo que no hace falta marchar muy lejos,
que todo puede encontrarse donde antes soñaba la niñez,
encontrando la casa llena de amigos sudorosos
después de los partidos, sedientos de agua y vasos de tu cocina.
Pero todo sigue su curso.
Llegan los años noventa y crees que la música quedó atrás,
y aquella chica jamás te va a mirar.
Aquellos amigos ya no sienten esa sed
y siguen sudando en habitaciones de hotel.
Alguno te lo cuenta y piensas de nuevo en ella,
como si la hubieras perdido para siempre,
y sabes que pasados diez años te puedes encontrar en esta habitación,
compartiendo pared con la soledad y el ruido que llega desde fuera
o procurando disimular que tu boca no la nombra.

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Rayco Ángel Santana Pulido (RASP).

lunes, octubre 23, 2006

En otro lugar.

Ibas disfrazada, por dentro y por fuera,
y te veías con él sin que supiera de mí.
No recuerdo ni siquiera ya tu cara al decirme que te esperara,
que tenías que trabajar y amar después.
Me quedé a oscuras con el reflejo de la televisión,
y me encontraron buscando el interruptor,
vagando por una casa que ni era tuya,
tan sólo un lugar de paso para sus habitantes.
Y salimos, y procurabas nuevas compañías para mí,
para alejarte de la responsabilidad de cuidar
al huésped que dormiría en tu cama sin tu abrazarlo,
el que se marcharía buscando constelaciones
y razones de por qué deja siempre esa parte de sí mismo
a quien sin abrir los ojos de toda una noche amando a otro
no concede la mentira del volverte a ver.

Ahora, todo está en otro lugar.


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Rayco Ángel Santana Pulido (RASP).

sábado, octubre 21, 2006

Media hora.

Tu nombre es tan sólo una avanzadilla a tu cuerpo.
Te retrata a ti misma desnuda durmiendo con otra piel,
dejándose vencer por el orgasmo y palabras de otra lengua.
Intermitentes son los gestos de cariño,
cama de hotel convertida en tu propia habitación
y la charla matutina con el despertador.

No mientas al tiempo.
Se pasa la media hora y es sólo un jornal.


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Rayco Ángel Santana Pulido (RASP).

El dolor no siempre te encuentra.

Desgrano la certeza de un día incierto que quiere acabar
desafiando a su noche como la de la próxima mañana,
la que no quiere comenzar si no es en tus brazos.
Y la diligencia se vuelve tardía, falta de motivos y señales
como las del joven buscador de oro que empeña su vida
en trazar líneas en un mapa lleno de frases que te nombran.
Entonces se acerca la posibilidad de quererme mal
y maltratar mi figura como el lápiz de color de un niño
haciendo retrato de familia con perro a la vera del cariño,
de la probabilidad de no reconocernos más allá de su sonrisa.
Lucha la tristeza por imponerse a su propia condición,
las horas que siguen pasando sin canto de cuco
y la tarta con sabor a naranja que sueña con ser media.
Y la impertinencia se vuelve urgente, llena de alegría
porque el sabor es nuevo y ya no sueña en tonos pastel,
ni perros a nuestra vera, ni hijo que dibuje nuestra despedida.


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Rayco Ángel Santana Pulido (RASP).

viernes, octubre 20, 2006

Salir corriendo.

Quizás tenga algo que decir
después de tantas ganas,
de los días que cuento,
de las mujeres que me pierden.
Quizás me apetezca conducir,
perderme en alguna orilla,
cruzarme contigo en la escalera,
salir cualquier miércoles.
Quizás vuelva a mentir,
columpiarme sin motivos,
descontrolar la sonrisa,
caminar descalzo toda tu calle.
Quizás me meta por aquí,
buscar cualquier número,
salir corriendo,
escribir en las aceras.
Quizás contenga el llanto,
rompa cristales,
haga saltar alarmas,
y me trague el orgullo para llamarte.

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Rayco Ángel Santana Pulido (RASP).