Dos mesas más lejanas.
Para Sabina, por no dejar de sonreírme al acabar cada frase.
En esta esquina quise tocar alguna vez.
Monté mi puesto como una trinchera,
pero nunca me vi subiendo estas escaleras.
E imagino que te encuentro callada, al borde de la mesa,
y corro el riesgo de acercarme demasiado,
cerca de la salida, dos mesas más lejanas.
No sabes lo preciosa que estás ahí quieta,
leyendo con la mitad de parpadeos para no perder la luz,
ni la señal impresa de las palabras que quiero que veas.
Parar este instante, tu cara al fondo del marco de tu pelo rojo.
Y, sin embargo, sería perfecto que miraras de frente,
que me descubrieras sin poder disimular que mis libros no se abren,
o que ni siquiera te atrevas a encontrarme despistado.
Pero esto, sólo pasa en la literatura.
...
Rayco Ángel Santana Pulido (RASP).