Brazadas de medio camino.
Una vez me gritaron mientras me hundía.
Quizás esa era la enseñanza, pero no la entendí.
Nadaba por la calle 3 en su mitad de camino,
crecido por la circunstancia, con ritmo acelerado.
Tan sólo esperaba que ella me estuviera mirando,
aunque su cabeza estuviera bajo el agua,
y sobre esta, él la esperara al principio del salto.
También pensaba en los amigos y sus risas,
en las palabras punzantes de vuelta a la vida real,
y la mesa llena de líneas con hombres de palos.
La madera soplada por los primeros naufragios.
La brazada no era suficiente para llegar el primero
y el llanto cobró el último puesto.
Tragué más de una gota de mi propio lagrimal
entre el movimiento torpe y más de un “no puedo más”.
No pasa como en las películas.
No suena esa música y te envalentonas,
ni escuchas al amor de tu vida gritar desde la grada,
ni llega esa mano salvadora del amigo que creíste ganar.
Todo es un coro de tu nombre, risas y tu propia miseria,
de la vergüenza y de ese inepto que cree que aprenderás
después de haber tragado algo más que orgullo.
Y pasados los años, sin meditar demasiado ese episodio,
sigo recordando que me reprochaban mientras me hundía.
...
Rayco Ángel Santana Pulido (RASP).
Quizás esa era la enseñanza, pero no la entendí.
Nadaba por la calle 3 en su mitad de camino,
crecido por la circunstancia, con ritmo acelerado.
Tan sólo esperaba que ella me estuviera mirando,
aunque su cabeza estuviera bajo el agua,
y sobre esta, él la esperara al principio del salto.
También pensaba en los amigos y sus risas,
en las palabras punzantes de vuelta a la vida real,
y la mesa llena de líneas con hombres de palos.
La madera soplada por los primeros naufragios.
La brazada no era suficiente para llegar el primero
y el llanto cobró el último puesto.
Tragué más de una gota de mi propio lagrimal
entre el movimiento torpe y más de un “no puedo más”.
No pasa como en las películas.
No suena esa música y te envalentonas,
ni escuchas al amor de tu vida gritar desde la grada,
ni llega esa mano salvadora del amigo que creíste ganar.
Todo es un coro de tu nombre, risas y tu propia miseria,
de la vergüenza y de ese inepto que cree que aprenderás
después de haber tragado algo más que orgullo.
Y pasados los años, sin meditar demasiado ese episodio,
sigo recordando que me reprochaban mientras me hundía.
...
Rayco Ángel Santana Pulido (RASP).