jueves, febrero 16, 2006

Un muerto en el hall.

Parpadeo para notar la luz escapar
por las escaleras que suben a la habitación,
pero la ventana llama mi curiosidad.
La calle se mueve a ritmo de mis pasos,
los que ahora se detienen en estos zapatos,
los que esperarán a los pies de la cama
todo el resultado del amor descatalogado.
Me viene a la cabeza el reloj de pared
que guarda algún rincón de mi casa
y su sonido anunciando las horas de espera.
Y en medio de todo, sigue pasando la gente
ajenos a este interior, y a todas las luces
que se escapan subiendo esas escaleras,
y a esa pareja que baja.
Ellos gritaron y despellejaron sus cuerpos
entregados a las manos que ajustician
toda una vida pasada por camas de hotel.

Me inquieto.

Me percato del número en la llave
para no compartir sábanas ni desilusión,
la que sufrimos los amantes condenados
a subir escaleras persiguiendo luces,
las que marcan el camino de los pasos
que me lleven a esperarla sentado sobre la cama
con los zapatos aun por quitar.


...
Rayco Ángel Santana Pulido (RASP).